jueves, 22 de junio de 2017

Los "malos padres" por Mon Gómez

Los “malos padres” 

"Voy a esperar a  estar preparada emocionalmente, tener suficiente información, materiales, contrastar con otros, leer muchos libros y sanarme la infancia, para decidir acompañar a mis hijos sin autoritarismo ni manipulaciones  y ponerme en vínculo con ellos". Bueno, esto es tan loco como estos propósitos eternos del año nuevo de que en algún momento llegará un día más propicio para empezar una dieta milagro e ir al gimnasio todos los días hasta que mi cuerpo sea como a los 20.  Pienso que estas metas tan altas y rápidas atienden, sencillamente, a una resistencia interna al cambio y también a que, en ocasiones, nos ponemos en contacto con estados en los que no confiamos cómo manejar. Y entonces o nunca es el momento y procastinamos, o empezamos aspirando a ideales inalcanzables en poco tiempo y nos sentimos mal por no llegar a ellos. Dos buenas maneras de sabotearnos.
 Al recorrer un camino nuevo , las garantías del pasado las dejamos atrás y confiamos: no sé lo que me voy a encontrar y voy enfocando. Enfoco hacia donde necesito y quiero, para ser la madre que quiero ser, la persona que he venido a ser, para que mis hijos puedan ser ellos mismos,  y se dé fluidamente, aquello que han venido a hacer, sentir, pensar y compartir en este mundo. Y me amo tal como soy que es la mejor manera en que puedo ser en este momento de mi vida. Puedo acompañarme desde el amor, desde hoy. Si entro en juicios, críticas, comparaciones o me devalúo como madre entonces creo un modelo negativo para mi hijo, y me hago mucho daño. Uno de los más importantes canales de aprendizaje de los niños/as es el imitativo. Soy la mejor madre que puedo ser ahora mismo. Y estoy enfocando para ampliar mi mirada y poder seguir creciendo.


Rebeca y Mauricio Wild, fundadores de la escuela Pestalozzi,  pionera en la educación activa en el mundo, me contaban que ellos empezaron a enfocar de una manera diferente aceptando sus flaquezas y las de los adultos que los rodeaban,  iniciaron el proyecto porque se pensaban “malos  padres”, sabían que tal como lo hacían no ayudaba y había que empezar en algún momento. No podían esperar a “ estar preparados” porque esa preparación era inherente a la experiencia de maternar amorosamente, de aprehender la libertad y el respeto a través y con los hijos/as. Y no hay “método” posible más que el aprender viviendo.

Cuando iniciamos un camino de educación respetuosa empezamos a ver con más claridad toda esta violencia hacia la infancia y, tal vez, al tomar conciencia, devenimos en caer en la cuenta de lo “malos padres que somos” y de “ lo perdidos que andamos en ocasiones”.  Si sirve para darse cuenta de lo que queremos cambiar, bienvenido sea este momento, si nos instala en la culpa, el miedo, la vergüenza, la exigencia o nos bloquea; eso nos hará daño y se lo trasladaremos a nuestros hijos/as y les hará daño a ellos.  

Observar esa culpa, miedo, exigencia, inacción y vergüenza es una oportunidad para acompañarlas en nosotros desde el amor y el respeto, desde la libertad y los límites,  y en sus manifestaciones en nuestros hijos.  Pues ellos, en un proceso de ósmosis, las aprenden también de nosotros.

Alice Miller nos descubre a lo largo de su bibliografía cómo en la educación a los niños hay un patrón de violencia que está tan arraigado que apenas lo  reconocemos como tal: 

  • desde tocar a los niños con violencia explícita o contenida, 
  • hasta el grito o la amenaza,
  • el desprecio de un contacto físico,
  • o la manipulación y negación de lo que verdaderamente sienten, quieren o piensan.  

Y si hemos vivido este patrón de pequeños, tenemos tendencia a seguir haciéndonoslo internamente a nosotros mismos y también  a hacérselo a nuestros hijos/as. Y, de momento, no conozco a nadie que no lo haya vivido en menor o mayor medida. Y duele verlo y podemos acompañar ese dolor con cariño para a través del amor llegar a otras realidades personales y relacionales.

Poder mirarnos necesita de nuestro amor y compasión. Cuando se abre la mirada es difícil la marcha atrás, el dejar de ver el legado de falta de amor que heredamos generación tras generación, incluso con las mejores intenciones. Así que este miedo, esta culpa, esta vergüenza, y exigencia necesita de nuestro más profundo amor y compasión, de sabernos merecedoras de ser unas hermosas madres más allá de nuestras debilidades y fortalezas, de que nuestras debilidades son el camino hacia el amor y de que acompañándonos así podremos hacerlo también con nuestros hijos/as.

Si los tratamos con confianza, ellos van a tratarse con confianza, y también a los demás, podrán usar la confianza en su vida para satisfacer sus necesidades y trasladarla a la siguiente generación orgánicamente.  Y como padres, si la confianza ha estado ausente en nuestra educación,  podemos hacer un trabajo desde la toma de conciencia, habitar otras maneras de estar y acompañar, rompiendo el eslabón de la cadena generacional que nos ha tocado vivir, y siendo conscientes de que  generación tras generación será más orgánico lo que se logre transmitir sobre la libertad, el amor y el respeto a los hijos.

Deshacer la cadena en nuestro acompañamiento a los hijos/as pasa por mucho calor interno, por gran amor y respeto hacia nosotros mismos, por la aceptación de quienes somos hoy y lo que no somos, por ir pasito a paso y por ponernos también nuestros límites sobre qué nos vamos a jugar o no con nuestros hijos/as  y a ver qué pasa con esto. El resto, la crítica hacia nosotras mismas, la negación emocional, etc., fortalecerá  el hierro. Es el fuego del amor el que lo irá deshaciendo.

En La Puerta Azul, el trabajo de adultos en un proceso continuo y los tiempos de acompañamiento conscientes con el calor del grupo y la intención y atención clara de satisfacer necesidades de los niños y niñas, nos ayuda a crear un espacio relajado en nuestro interior de presencia con nuestros hijos e hijas y de mirada atenta y amorosa. Entrenamos esta parte de nosotros y nosotras mismas y cuantas más veces y con más conciencia pasamos por ahí más se va fortaleciendo en nosotras.

Mas algún día podemos decidirnos a empezar, y ese día puede ser ahora, así, tal cual somos, desde quienes somos, desde la aceptación y el enfoque, porque no hay más momento que el presente y no hay  más oportunidad que esta.

Y si no nombramos lo que hoy somos y lo que hoy hay, con su dosis de violencia y descontento; mientras sea un secreto y  lo callemos, entonces, será  difícil aceptar nuestra realidad y transitarla.
 “ Pues sí, voy hacia allí, y soy esto hoy, hoy estoy aquí y lo acepto y me amo así”. Con la confianza de que si ese amor es fuerte, real, nos permitirá acompañarnos con lucidez y devendrá en lo mejor de nosotros. El resto, como en las imaginarias dietas y el gimnasio, es pura fantasía.

Mon Gómez.
Teléfono: 682828378 Correo: lapuertaazul@hotmail.com
Acompañamiento a los hijos/as en ambiente preparado

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